Hay caprichos de amor, que una dama, no debe tener.



lunes, 16 de mayo de 2011



Usar una caja cilíndrica como musa en vez de a narciso extendiéndome la mano para entrar en su harem. Que ironía. Y eso que el aroma de aquella botella de vidrio, jamás a logrado despertar mi atención, mucho menos su contenido, lo mas importante. Deduciendo, quisiera volver visible lo invisible pero dejando de lado lo evidente, las palabras, corriendo tras la muchedumbre de argumentos fallidos tras una pregunta. Quiero volver lo audible a inaudible, el rocé a las miradas, la sonrisa a producirla. Saber que es lo que se encuentra al otro lado de las cosas, como un sistema a contra peso. Buscando un eje en común, aprisionando la perfección por lo que ya es. Realizar una receta donde lo único que importe sea la elaboración y no los ingredientes. Haciendo caso omiso al destino. Haciendo posible, lo que uno creía imposible.


Esperaba, esperaba y todavía y siempre esperando, esperando con todas las arterias, con el sacro, el cansancio, la esperanza, la médula; distendido, exaltado, apurando la espera, por vocación, por vicio, sin desmayo ni tregua. ¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos que son pura ceniza? Por muy lejos que mire: La espera ya es conmigo y yo estoy con la espera... Escuchando sus ecos, asomado al paisaje de sus falsas ventanas, descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre, ante sus chimeneas, sus muros desolados, sus rítmicas goteras, esperando, esperando, entregado a esa espera interminable, absurda, voraz, desesperada. Sólo yo...¡Sí! Yo sólo sé hasta donde he esperado, qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios, con qué ardor y qué fiebre esperé, esperaba, cada vez con más ansias de esperar y de espera. El hartazgo y el hambre de seguir esperando, de no apartar un gesto de esa espera insaciable, de vivirla en mis venas, y respirar en ella la realidad, el sueño, el olvido, el recuerdo; sin importarme nada, no saber qué esperaba: ¡Siempre haberlo ignorado! Cada vez más resuelto a prolongar la espera y a esperar y a esperar, y a seguir esperando, con tal de acercarme a la aridez inerte, a la desesperanza de no esperar ya nada; de no poder, siquiera, continuar esperando...